(Andy Robinson. Publicado en la Vanguardia el 16/06/2008 )
Las rosas rojas de San Valentín o Sant Jordi pierden color y romance tras una visita a Holeta Roses, uno de las decenas de invernaderos de flores en la sierra de Adís Abeba. Aquí, rociados de cócteles de pesticida con nombres como Apollo, Pegasus y Pride, y alimentados de nueve diferentes fertilizantes químicos, unas 40.000 rosas rojas se cortan cada día – 150.000 diarias en la semana de San Valentín- para exportarlas a Holanda y el resto de Europa.
Antes Holeta Roses era una granja cooperativa de doce hectáreas que cultivaba tef y trigo, bien para consumo propio bien para el mercado local. Ahora Holeta se encuentra en la vanguardia tecnológica de la floricultura, un sector que generará cien millones de dólares en divisas este año, imprescindibles para financiar el déficit comercial etíope, según el Gobierno, que asignará otras 2.000 hectáreas de tierra en los próximos cinco años a la floricultura.
De acuerdo con los manuales de modernización y globalización, campesinas que antes sembraban y cosechaban tef ahora cortan hasta 600 rosas al día en jornadas de diez horas, seis o siete días a la semana. Son mujeres como Emebet, que cobra 9,5 birr (60 céntimos de euro) al día en Holeta Farms. Trabajando cada días de la semana ingresa unos 200 euros al mes.
La explosión de la floricultura se consideraba uno de los secretos del alto crecimiento de economías como Kenia y Etiopía, que crearon 80.000 puestos de trabajo en siete años. Pero, tras la multiplicación del precio de los alimentos en los últimos seis meses, las trabajadoras tienen más dudas. «Trabajo cada día del mes pero el sueldo no da – dice Emebet-. Ya no como carne; sólo injera y verdura». Los economistas, también: «La mayor parte de la tierra agrícola cerca de carreteras se dedica a horticultura para exportación (floricultura, fruta y verduras), y esto ha acentuado el precio de productos básicos», dice el economista etíope Asayehgn Desta.
Hasta las mismas empresas, muchas procedentes del sur de India, empiezan a cuestionar la lógica de la rosa. «Si el precio de los alimentos es tan alto, ¿por qué cultivar flores?», se pregunta Naval Bhausaheb, director de Holeta Roses y oriundo de Bangalore. Con una competencia feroz entre Kenia, Etiopía y otros países africanos, es difícil subir los precios de las rosas para poder pagar más a las trabajadoras, dice. A la vez, el precio de los fertilizantes (un producto petroquímico) se ha disparado con el precio del crudo. «Ha pasado lo mismo con otros productos de invernadero – dice Bhausaheb-, judías, aguacates, zanahorias bebé, por los que han apostado países como Kenia y Etiopía». Supuestamente de alto valor y con nicho de mercado, ya tienen problemas de sobreproducción. Es más, todos estos productos deben ser transportados por vía aérea y el precio del combustible se ha disparado.
Según Pal Roberts, autor del libro The end of food normalmente en Holanda- con derecho de propiedad intelectual. «Pagamos un euro por cada planta», dice Bhausaheb.
Los cafetaleros de Etiopía, Kenia, Uganda y otros países conocen de sobra el problema de las flores. El café es la única materia prima que no participa en la ola de inflación mundial actual. «Los precios del café están tan bajos en el mercado internacional que es mejor vender en el mercado local», dice Nanshu Nakura, de la ONU.
Deja un comentario